Perímetro Libre, Chetumal. Parte II


El territorio como iconografía y la transición de payo obispo a chetumal
A principios de la década de 1930 se presentó un hecho que afectó de forma profundamente al nuevo Territorio Federal y que tuvo que ver con la llegada de Pascual Ortiz Rubio a la Presidencia. El nuevo mandatario argumentó que el territorio no contaba con los recursos para ser autosuficiente en materia económica, por lo que representaba una carga económica para la federación, por lo cual, el 14 diciembre de 1931 emitió un decreto mediante el cual Quintana Roo perdía su estatus de territorio, para ser dividido entre los estados de Yucatán y Campeche. Lo que era la municipalidad de Payo Obispo (actualmente municipios de Othón P. Blanco y Bacalar), pasaron a formar parte del estado de éste, mientras que el resto de las municipalidades (Santa Cruz de Bravo y su zona maya circundante, Isla Mujeres y Cozumel) se anexaron al estado de Yucatán.

Sin embargo este desmembramiento tuvo un efecto importante para la historia de Quintana Roo ya que marcó el surgimiento del Comité Pro defensa del Territorio de Quintana Roo (Comité Pro Territorio), bajo el argumento de que los habitantes de Quintana Roo estaban forjando una tradición común, un conjunto de valores culturales y un sentimiento de comunidad así como un sentido de pertenencia lo que conlleva a una identidad propia.7

En ese sentido, es importante establecer que la iconografía de un territorio no se apoya sólo en elementos patrimoniales que serían independientes los unos de los otros. Éstos se encuentran conectados en grados diversos, formando redes de significados, de modo que, espacialmente, redefinen los territorios, al menos para una parte de la población que adapta sus comportamientos y su movilidad en consecuencia de ello. Es el trabajo iconográfico el que permite recomponer los territorios o, más exactamente, «refundarlos». La refundación tiene una dimensión narrativa: implica que sea construido un nuevo discurso de la identidad espacial (Berdoulay 2009, 19).

Es lo que Jean Gottmann había observado refiriéndose a la iconografía de que se dota una colectividad para tomar conciencia de sí misma y afirmarse frente a otras (Gottmann 1952b). Esta iconografía designa un territorio y se despliega a través de la intermediación de imágenes cuya iconicidad se apoya en soportes materiales muy variados: banderas, himnos, límites fronterizos, monumentos, lugares emblemáticos, ordenaciones simbólicas del territorio y del paisaje, etc.

En este sentido, el Comité Pro Territorio surgió como el elemento que, mediante el argumento del sentido de pertenencia, respaldado en un incipiente discurso nativista, adoptó al territorio como icono y objeto de defensa, lo cual se mantiene hoy día a partir de un diferendo limítrofe en el trilindero peninsular, derivado precisamente de la creación de Quintana Roo como Territorio en 1902 y que trajo como consecuencia que el 3 de enero de 1997 surgiera otro grupo denominado Comité Pro Defensa de los Límites del Estado de Quintana Roo.

La defensa territorial que los grupos nativistas iniciaron en los años treinta y refrendaron en 1997 ante dos hechos considerados como arbitrarios e ilegítimos y que han sido defendidos a partir del discurso de la identidad y la pertenencia, se acredita —al menos para los habitantes de Quintana Roo— con el siguiente pronunciamiento:

En nuestra provincia, erigida constitucionalmente desde 1902, se han forjado nuestras costumbres, aspiraciones y una contextura moral, física e idiosicrática a través de la influencia y tradiciones transmitidas de generación en generación, que nos hacen sentir, pensar y actuar como quintanarroenses (Hoy 1998, 18).

Retomando el conflicto emanado del desmembramiento del Territorio de Quintana Roo en 1931, el Comité Pro Territorio realizó una serie de presiones y propuestas al Ejecutivo federal para restituir dicho espacio. Ello comenzó a tener posibilidades de solución para los habitantes del desmembrado territorio cuando, en una gira realizada por el entonces candidato presidencial Lázaro Cárdenas a la zona, recibió de parte del Comité Pro Territorio la petición de legitimar nuevamente su autonomía, propuesta a la cual el futuro presidente se comprometió. Cárdenas cumplió su promesa y el 11 de enero de 1935 hizo llegar al Congreso de la Unión la iniciativa de ley para restituir a Quintana Roo su calidad de territorio federal, expidiéndose el decreto correspondiente el 16 de enero del mismo año.

Para la población de Payo Obispo las consecuencias de fusionar el territorio de Quintana Roo con Campeche y Yucatán en 1931 se tradujeron en una importante decadencia económica y política. Sin embargo, al reconstruirse éste en el año de 1935 y al instalarse allí los poderes de gobierno, se establecieron las bases para que Payo Obispo iniciara, de una vez por todas, su desarrollo como ciudad y como capital oficial del Territorio de Quintana Roo.

Una vez decretado en definitiva el Territorio de Quintana Roo, en 1936 el gobernador Rafael E. Melgar resolvió modificar las denominaciones geográficas de origen religioso, y aunque la delegación municipal mantuvo su nombre original (Payo Obispo), la ciudad fue rebautizada como Chetumal, en recuerdo al pontón capitaneado por Othón P. Blanco que permitió la fundación de la ciudad y que es una forma modificada del maya Chactemal.

A partir de entonces, Quintana Roo inició una importante fase de su desarrollo económico, político y social, con una estructura territorial basada en cuatro delegaciones: Payo Obispo, Felipe Carrillo Puerto (la antigua Santa Cruz de Bravo), Cozumel e Isla Mujeres. Estas delegaciones eran administradas por un delegado político, quien era nombrado directamente por el gobernador del Territorio.

Entre chetumal y el janet. Replanteando a la ciudad
Hacia la primera mitad del siglo xx, y cuando el sustento para el Territorio de Quintana Roo todavía recaía fundamentalmente en la explotación de maderas preciosas, maderas duras tropicales y el chicle, esta actividad comenzó a tener un leve declive derivado de la sobre explotación a la que era sometida la selva. Se ha de señalar que el interés sobre los recursos forestales no provenía sólo de la población local sino que empresas nacionales y extranjeras también operaban en la región a partir de concesiones de explotación vigentes desde principios de siglo. De hecho, el último auge chiclero y maderero en la zona se dio en el periodo comprendido entre 1930 y 1950, acompañado de un dinámico movimiento poblacional que se prolongó de forma sostenida, incluso de forma posterior a cuando Quintana Roo fue decretado como Estado Libre y soberano en 1974 (ver tabla 1).

Tabla 1.
Evolución de la población de Chetumal 1910-1980. Fuente: Inegi. Censos de Población.

Censo Habitantes 
1910 2,112 
1921 1,773 
1930 2,790 
1940 4,672 
1950 7,247 
1960 12,855 
1970 23,685 
1980 56,709 
En vías de convertirse ya en un centro poblacional fronterizo importante, hay que recordar que la imagen inicial de Chetumal fue trazada a partir de un concepto rectilíneo y cuadriculado, es decir con calles y avenidas rectas y amplias, que permitían un flujo eficiente y constante. Las primeras casas construidas en 1898 y durante varias décadas después, fueron de madera a partir de un concepto de tipo Victoriano8 (por influencia de la Honduras británica) y que se pueden encontrar prácticamente por todo el Caribe insular y continental.

Hacia la segunda mitad de la década de 1940, Chetumal había tenido un crecimiento lento en su zona poniente, y un poco más definido hacia el norte, lo que se reflejaba en la creación de nuevas calles y avenidas. Hacia el oeste se habían abierto las avenidas Emiliano Zapata y Flores Magón; hacia el norte ya existían las calles Efraín Aguilar, Antonio de Figueroa, Cristóbal Colón y Lic. Primo de Verdad (imagen 5).

A pesar de mantener su crecimiento, Chetumal careció de muchos servicios desde su creación, y los pocos que tenía eran deficientes: sistema de drenaje, suministro de agua potable, energía eléctrica, calles y avenidas pavimentadas, banquetas, guarniciones, vías de comunicación aérea y terrestre, entre otras.

Para colmo, el 27 de septiembre de 1955, el poblado sufrió uno de los desastres naturales más devastadores de los que su corta historia tenga registro: el huracán Janet. La ciudad de Chetumal y la costa sur del territorio fueron azotados por el ciclón y, la mañana del 28 de septiembre, cuando los pocos sobrevivientes fueron saliendo de sus refugios o de lo que quedó de sus endebles casas de madera, se dieron cuenta que lo que habían construido en medio siglo había desaparecido casi en su totalidad. Al respecto, Hoy (1998, 73) narra:

El colmo de la desgracia para la población de Chetumal y la región sur del Territorio fue el embate del horripilante ciclón Janet la noche del 27 de septiembre de 1955. 

Todas las propiedades prediales, muchas vidas, incluso muebles y modestísimas pertenencias de la población se perdieron. Hubo cuadras de dolor inmenso y de tragedia indescriptible. 
Huérfanos, viudas, madres que perdieron a sus hijos y todos sin alimento ni agua potable ni techo. Así, desolador, fue el amanecer de Chetumal aquél 28 de septiembre.

Y es que no sólo se trataba de las pérdidas humanas —desde luego, lo más importante—, sino también las pérdidas materiales: la destrucción de una ciudad, la emigración que ello provocó y la pérdida de la mayor parte de la masa forestal de la región sur, que quedó en el suelo y que prácticamente definió el rumbo del otrora enclave boscoso.Janet marcó el destino de la actividad económica más importante: al decaer dramáticamente la actividad chiclera en la región, se impuso la necesidad de rescatar las maderas finas derribadas y dañadas que quedaron en pie. Los costos de explotación se elevaron de manera considerable por lo inaccesible que se tornó la zona. En términos generales, hubo que partir de cero y reconstruir, de entre las ruinas, la ciudad de Chetumal y la economía regional.

Como resultado de la destrucción casi total de las viviendas de madera de la parte más antigua de Chetumal, el proceso de reconstrucción implicó no sólo recuperar la fisonomía urbana del primer plano de la ciudad, sino también la reubicación de muchas familias en zonas consideradas más seguras —en terrenos elevados—. Lo anterior generó la creación de un nuevo asentamiento urbano en la porción norte de la población, siendo este nuevo asentamiento el límite de Chetumal: la colonia Venustiano Carranza (imagen 6).
Hacia el ocaso de la década de 1960, después del huracán Janet, con una capital prácticamente destruida y reinventada, con graves condiciones sociales y con una economía en crisis debido al declive de la producción forestal, el Territorio de Quintana Roo se encontraba ante un panorama incierto. La infraestructura estatal era casi nula y el total de la población rebasaba los 80 0009habitantes. Chetumal, por su parte, contaba con 23 685 pobladores (Inegi 1970), lo que representaba el 26.86 % del total de la población del Territorio.

Para 1970 y con el fin de incentivar la migración hacia esta ciudad fronteriza, se inició un proceso de colonización dirigida, impulsado por la Federación, con el fin de repoblar y recuperar espacios en la frontera de México con Honduras Británica y hacia la costa caribeña. El proyecto, dirigido a la zona fronteriza delimitada por el Río Hondo, consistía en un ambicioso plan de poblamiento que tuvo como centro un proyecto agroindustrial ribereño, específicamente en la comunidad de Álvaro Obregón. De manera paralela, se dio inicio al establecimiento de nuevas zonas ejidales y de infraestructura base, con el fin de dotar de cierta estabilidad al proceso de colonización.

La actividad comercial en Chetumal estaba por vivir un momento clave con la creación del régimen de zona franca10mediante el Decreto Presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación el 30 de junio de 1972: se otorgaba permiso para fungir como zona libre, bajo el argumento de que los campos potenciales de actividad económica del territorio requerían de la libre importación de bienes para impulsar el aprovechamiento de las riquezas naturales, especialmente las pesqueras y turísticas. En este sentido, resultaba fundamental acelerar las actividades económicas para elevar el nivel de vida de sus pobladores a través de un mecanismo más eficiente. El régimen de zona libre coadyuvaría, conjuntamente con las inversiones federales y privadas, al desarrollo económico del territorio, para propiciar su incorporación progresiva a la economía nacional (Diario Oficial de la Federación 1972).

Aunado a lo anterior, el régimen de zona libre permitiría asegurar el abasto local como complemento para impulsar el desarrollo económico del sur de Quintana Roo. Esta situación vino acompañada del surgimiento de una infraestructura básica ligada al sector de servicios, con el fin de brindar oferta de hospedaje y alimentación a los compradores de mercancías de importación provenientes de varios estados del país, que acudían a Chetumal.

De manera simultánea, la ciudad de vivió un crecimiento poblacional sustentado en la tranquilidad que dio la definitividad territorial decretada por Lázaro Cárdenas 37 años antes, por lo que las familias empezaron a asentarse de manera permanente en la ciudad, sobre todo en la zona norte (imagen 7), y a vincularse con otras actividades, como la integración de una mayor estructura de gobierno y el auge comercial, en crecimiento constante, derivado de la escasez de suministros y el asilamiento respecto a los grandes centros de aprovisionamiento regionales y nacionales. La importación de productos, vía el Caribe y Centroamérica, era ya una actividad creciente.
El proceso de colonización dirigida impulsado por la Federación, el desarrollo de un proyecto en la costa y en su frontera marítima con Belice para la ampliación de las cooperativas pesqueras, así como el desarrollo incipiente de la actividad turística, sobre todo en la costa norte del Territorio, colaborarían en la recuperación al abrirse nuevos caminos y sentar las bases para nueva infraestructura, con el propósito de atraer y retener población y justificar la creación de Quintana Roo como nueva entidad federativa, lo cual habría de ocurrir mediante el Decreto Presidencial del 8 octubre de 1974, con Chetumal como su ciudad capital.

Quintana Roo lograba al fin incorporarse como el estado treinta de la Federación y casi simultáneamente, daba inicio a una de las empresas que más adelante posicionaría a la nueva entidad caribeña en el escenario internacional: el proyecto turístico de Cancún. Con ello, Chetumal como ciudad fronteriza era destinada a ser la capital administrativa, mas no económica, del nuevo estado de la Federación.

Fuente: https://www.elsevier.es/es-revista-peninsula-108-articulo-el-proceso-historico-conformacion-antigua-S1870576614701230

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